No pudo evitar echar una ojeada a través de la mirilla de la puerta, una sensación de angustia la había comenzado a invadir de repente y no sabía a que podía deberse, pero sentía un peligro inminente, como si un sexto sentido la avisara de que su vida corría peligro.
Acababa de acomodar su ojo al pequeño círculo de cristal incrustado en su puerta que le mostraba el rellano de su escalera cuando lo vió asomarse, era un hombre de mediana edad, no demasiado alto, pero de impecable aspecto, le observó rapidamente y su piel comenzó a erizarse, su sensación de miedo creció hasta convertirse en terror, llevaba un traje blanco y zapatos del mismo color, impolutos a pesar del tiempo lluvioso que reinaba ese día, un sombrero blanco le cubría la cabeza y hacía sombra a su cara, lo que le daba un aspecto de mafioso digno de la mejor de las películas.
Le seguian dos hombres algo más jóvenes y bastante más altos, también con traje pero en color negro lo que hacía destacar su blanca camisa, ellos no llevaban sombrero pero si unas gafas negras que ocultaban sus ojos.
Carla corrió en silencio el pasador de su puerta mientras pensaba que seguramente no serviría de nada, tenía uno de los tornillos bastante flojo por lo que con un empujón serían capaces de abrirla, quizá si fuese capaz de coger sus llaves y darle vueltas a la cerradura podría ganar tiempo para llamar a la policía, pero no pudo, para entonces el pánico se había apoderado por completo de su cuerpo lo que le hacía imposible mover uno sólo de sus músculos, se sentía agarrotada y mientras tanto su cabeza no paraba de dar vueltas buscando una razón que la hiciera comprender el porqué de ese ataque, era incapaz de encontrar un solo motivo por el que esas personas quisieran hacerla daño.
Pasaron delante de su puerta y se colocaron a la derecha por lo que desaparecieron del limitado campo visual que le mostraba su mirilla, estaba aterrada, los imaginaba sacando sus pistolas, agazapados junto a la puerta a la espera de la orden que la derribaría y entonces acabarian con su vida, mañana sería portada en la prensa local y nadie ni siquiera ella sabría por qué había sucedido.
Su pecho le dolía al soportar los fuertes latidos de su corazón, eran tan intensos que podía oirlos en sus sienes por encima de cualquier otro sonido, sus piernas fueron cediendo poco a poco, incapaces de sujetarla por más tiempo, hasta que quedó sentada en el suelo junto a la puerta y apoyada en la pared, le pareció oir un murmullo en la casa de al lado, parecía como si alguien se dirigiese hacia la pared sobre la que se apoyaba y que dividía su piso del contiguo.
De pronto su vecina abrió la puerta y la oyó decir con voz alegre:
-Llegais pronto, sois los primeros, pero mejor porque así me ayudareis a preparar las bebidas de la fiesta, por cierto venis muy elegantes, estoy segura de que nos lo pasaremos estupendamente.
Carla cerró los ojos y se dejó llevar por la semiinconsciencia, la oscuridad la envolvió y consiguió que por fin su cuerpo entrara en un estado de relajación, pensó que cuando despertara le dolería todo el cuerpo por la tensión acumulada, pero eso sería si se despertaba.
.
.
.