martes, 31 de enero de 2012

Mi compañera incondicional.

Llevaba tiempo pensando en ella, en la compañera de mi juventud, la que poseía en su interior todos mis recuerdos, mis secretos más íntimos, esos que apenas había sido capaz de expresar en voz alta.

Me acompañó durante años, inalterable al paso del tiempo, aguantando mis cambios de humor. Conoció cada uno de mis amores y desamores, todas mis sonrisas y lágrimas, mi parte de locura y de sensatez, y a pesar de todo ello jamás me abandonó. Tuve que ser yo quien la arrinconara en el fondo de mi memoria olvidando su lealtad y disposición de tanto tiempo.

Ahora, pasados los años, su recuerdo vuelve a mí y me pregunto donde estará, en qué lugar la deje olvidada, y si todavía ella me recordará.La busco, cada día recorro algún rincón de los que acostumbrábamos, esperando su presencia en cualquiera de ellos, pero es inútil.

En su lugar aparecen otras muchas que intentaron ocupar su espacio, pero que pasaron junto a mí momentos efímeros que apenas recuerdo.Las miro, observo su belleza, sin duda ellas son mucho más bonitas por fuera, mucho más delicadas, su aspecto es mucho más valioso que el de mi compañera de juventud; pero yo sigo buscándola a ella, más vulgar, sí, pero infinitamente más importante para mí.

La había dado ya por perdida, olvidada en algún peldaño de mi vida al que ya no puedo volver. Me había apenado por su ausencia y la había llorado en silencio, como si con ella mi pasado desapareciese poco a poco de mi memoria y llegara un día en el que ya no fuera capaz de recordarlo.

Pero un día, sin apenas ya esperarlo, la encontré frente a mí. Mi compañera incondicional llevaba años esperándome en un rincón apartado, en el lugar donde estaban apretujados mis más preciados tesoros esperando que un día los echara de menos y acudiera en su busca.

Temí que no me reconociese después de tanto tiempo. Me entristeció su aspecto, estaba sucia y era incapaz de  comunicarse conmigo de ninguna manera. La cogí con suavidad, como si se fuese a desintegrar entre mis dedos. La lavé cuidadosamente y la sequé con mimo. Pensé que debía tener sed, pero yo no estaba segura de que después de tanto tiempo el líquido fuese a recorrer su cuerpo como si nada hubiera pasado. Estaba dispuesta a cuidarla aunque ya no me reconociese, a tenerla más cerca de mí y no volver a olvidarla.

Su aspecto mejoró notablemente con mis cuidados, casi parecía que los años no habían pasado por ella, incluso creí que me miraba con cara de reconocimiento. Así que decidí que había llegado la hora de la verdad.

Puse un papel en blanco frente a ella y sin más las palabras volvieron a brotar ininterrumpidamente entre nosotras.

Mi pluma, mi vieja pluma, había resucitado.



martes, 10 de enero de 2012

¡Y LLEGARON LOS REYES!

Un año más escribí mi carta a los Reyes Magos con la ilusión intacta porque a pesar de mis años sigo creyendo en la magia.
Como siempre mi principal petición era unas chispitas de mágia para mi familia, la indispensable para que todo siga como hasta ahora; tal y como están las cosas no es cuestión de abusar y pedir más de lo estrictamente necesario, mejor ir repartiendo un poco porque la alegría compartida siempre sabe mejor.
 
Además, en mi carta siempre escribo un apartado para mi REY MAGO ESPECIAL, ese que desde niña es el guardián de mis deseos y que me suele dejar como presente especial algún objeto al que normalmente me cuesta un poco encontrar su significado, pero que cuando por fín doy con él siempre me resulta de una ayuda inestimable. Debo aclarar que esa sorpresa especial nunca la encuentro con los demás regalos en la noche del día cinco, sino que cualquier noche oscura mi intuición me lleva hasta el lugar donde se esconde y entonces su magia  comienza a llenar mis días de colores diferentes y especiales para mí desconocidos hasta ese momento.
 
Este año, en la mañana del día cinco, inesperadamente me crucé con Gaspar y, más inesperadamente todavía, me preguntó si ya había escrito mi carta este año; por supuesto mi afirmación no se hizo esperar, a pesar del desconcierto que me produjo su sonrisa, y con un brillo especial en los ojos me dijo que tendría una sorpresa. 
 
Aunque siempre diga que creo en la magia no me considero lo suficientemente ilusa para creerme lo que me diga un rey mago cualquiera que me encuentre por la calle (sobre todo porque mi rey mago especial siempre ha sido Baltasar), pero como mi marido dice vete tu a saber, porque desde que hay "guasap" las noticias corren que da gusto y los secretos ya no son lo que eran.
 
Y llegó el día seis, regalos por todas partes, paquetes y más paquetes con nombres diferentes, un riquísimo roscón con nata para desayunar y chuches y bombones en cantidades industriales para despedirnos de las navidades con un dulce sabor de boca.
 
Hasta aquí todo normal, el día pasó con la familia intercambiando regalos como cualquier otro año, brindando por un año al que tan sólo le pedimos que sigamos todos juntos como hasta ahora y disfrutando de los más pequeños que en su inocencia creen de verdad en la magia de despertar una mañana y encontrar regalos bajo el arbol.
 
Era ya tarde cuando abrí mi correo, y allí estaba, una notificación de ACEN de que mi microrelato romántico había sido seleccionado para publicarlo en el libro “Cachitos de amor”, que saldrá a la venta el próximo mes de febrero y cuyos beneficios irán destinados a realizar actividades de lectura para niños y niñas con discapacidad. Son tan solo cinco líneas, pero es la primera vez que voy a ver mis letras impresas en un libro que será especial. La verdad es que todavía no me lo creo del todo, pero tengo ganas de verlo y sobre todo de olerlo, si los libros huelen siempre tan bien ¿a qué olerá un libro con tus letras?.

Y todo esto... ¿será cosa del "guasap"?