A
veces, mi alma siente nostalgia de aquellos amaneceres compartidos, de leer en
tus oscuros ojos brillantes poemas nunca antes oídos.
A
veces, he anhelado que interpretases en mi tímida sonrisa, una invitación para
olvidar las barreras que nos separaban, los compromisos adquiridos, y
convertirnos en nómadas dejando que las estrellas nos arropasen cada noche en un
oasis distinto.
Y
a veces, sólo a veces, el color en mis mejillas casi dejó traslucir mi deseo de
regalarte una alfombra de hojas secas, un otoño completo, envuelto en el papel
transparente de mis palabras.
Pero,
al final, nunca fui capaz de expresarte ese anhelo de un abrazo, de ignorar esa
vida que difuminaba y fracturaba mis sueños, nunca fui capaz de reivindicar mi
deseo de un simple beso.
Y así, viviendo dormida, pasó la
vida junto a mí, sin rozarme, sin dejarme sentir, y durmiendo sin sueños, mi mente
en blanco, poco a poco, hizo que las musas se alejasen de mí.
Cansada de vivir en un vacío
inmenso, entre sonrisas fugaces que no dejaban de mentir, pienso en mis venas
repletas de un líquido viscoso que, desde que te fuiste, ya ni corre ni arde dentro de mí.
Buscando lo imposible, escucho
como mi corazón me indica el camino a seguir, me miro en el espejo e intento ver
todo lo que soy y todo lo que siempre fui.
Olvido el silencio infinito y,
sobre una estela, me preparo para volver a vivir ilusiones y recuerdos que
acerquen la inspiración de nuevo a mí.
Soñando despierta los caminos de
la realidad se cruzan al llegar a mi destino y unas notas musicales, que no
puedo ni quiero dejar de oír, me acompañan en este viaje siempre hacia el
interior de mi.

Porque
ahora, por fin, tantos años después, veo en mi mente y en mi corazón imágenes de otra vida ya
vivida, de recuerdos olvidados, de emocionantes viajes por el mundo sin mas equipaje que su mirada y sin otro mapa que su sonrisa.