viernes, 31 de julio de 2009

CUENTO


Una bella princesa estaba buscando consorte.
Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos… Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riqueza que su amor y su perseverancia.
Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
-"Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esta será mi dote.

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:

-"Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prueba me desposarás".

Así pasaron las horas y los días.
El pretendiente permaneció fuera, en los jardines, del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches más heladas.
Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un solo momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena.
Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a preparar los festejos.
Al llegar el día 99, los súbditos de la zona salieron a animar al próximo monarca.
Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar dónde había permanecido, los casi, cien días.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño del lugar lo alcanzó y le preguntó :

-"¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿Por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?"

Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas. El plebeyo contestó en voz baja:

-"La princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor".

Cuando estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos como prueba de afecto o lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra dignidad, merecemos al menos una palabra de comprensión y/o estímulo.

Las personas tienen que hacerse merecedoras del amor que se les ofrece.


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6 comentarios:

  1. Una historia muy bonita, de entrega de amor. Pero efectivamente, era un amor no correspondido, no valía la pena.
    Con sacrificio y sumisión no se compra el carió de nadie.
    Un besito

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  2. Un precioso cuento
    con moraleja.

    Biquiños

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  3. Genial, Mar, ¡enhorabuena!; te aseguro que este CUENTO quedará guardado en mis recuerdos para siempre. Para mi gusto lo reúne todo: corazón y cabeza a a par. Genial.

    Bikiños

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  4. Menos masl que se dio cuenta que ella no se lo merecía.¿ Cuantas veces nos pasa eso en la actualidad.?
    Te dejo un beso.

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  5. Un cuento muy interesante y que da mucho que pensar y analizar de las actitudes que tomamos y que esperamos.
    UN ABRAZO.

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  6. Esperemos que no queden apenas pricesas- principes de es@s ni quienes lo aguanten. Muy bueno.
    Saludos Alosia

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Una voz fuerte no puede competir con una voz clara, aunque esta sea un simple murmullo.
Confucio