"¡FRIO, FRIO, MUCHO FRIO!"
Hacía frio esos días, el mercurio había bajado repentinamente más de diez grados de un día para otro, el gélido viento dañaba sus orejas y sus dedos eran incapaces de moverse incluso dentro del bolsillo, volvió a subir a su piso y buscó apresuradamente el gorro y los guantes guardados en el fondo del armario desde el invierno anterior, unos gruesos calcetines en sus pies y un buen abrigo conseguirían devolver a su cuerpo la temperatura adecuada para poder seguir realizando su rutina diaria sin problemas.
Caminaba hacia su trabajo sin prisa, pensando en como su cuerpo agradecía cada prenda de ropa sobre él, la baja temperatura no era un problema cuando se podía solucionar tan facilmente, el verdadero problema era encontrar un remedio para aliviar el frío interior, el que deboraba sus entrañas sin compasión, aquel que le invadió por dentro cuando le informaron de que su mujer había tenido un accidente de tráfico y había fallecido en el acto.
Hacía ya más de dos años desde ese momento pero lo recordaba perfectamente, recordaba como su interior iba enfriándose a pasos agigantados hasta que lo notó congelado por completo, desde entonces su vida se había convertido en un ir y venir de un lugar a otro sin saber muy bien hacia donde dirigirse en realidad.
Entró en su despacho, metió sus guantes en el bolsillo de su abrigo y lo colgó en el perchero bajo su gorro, se sentó desganado en su silla mirando el montón de correspondencia apilada sobre su mesa y mientras la ojeaba pidió un café caliente a su secretaria, recordó en ese momento que hoy era el primer día de trabajo para ella, la anterior se había jubilado después de una larga trayectoria junto a él.
Tras un suave golpeteo la puerta de su despacho se abrió y su nueva secretaria entró con el café, él se puso en pie para presentarse como debía y la miró directamente a los ojos, pero fué incapaz de articular ninguna palabra coherente, tan solo pudo balbucear unos sonidos de bienvenida apenas inteligibles.
Lo que si pudo fué sentir como una pequeña chispa luchaba por surgir y comenzar a deshelar su interior, entonces pensó que quizá también hubiese remedio para ese intenso frío que tanto tiempo le llevaba atenazando.
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Hay fríos gélidos en el alma, esos no se abrigan con nada, salvo que se encienda una chispa por debil que sea. Un relato de frío cotidiano, anónimo, nos reflejas con sentimiento e intensidad. Bsitos cálidos.
ResponderEliminarDiiiiiiiiiiiiiiiiiooooooooooooooooosssssssssssssssss esa chispa...¡¡¡¡ Esa poquito de vida, de alegría, de sueño, de mar con su blanca espuma, con su olor, con su calor.... que no daría yo por esa chispa todos los dias.... el poder del amor¡¡¡¡ Un beso amiga¡¡¡ Relamente hoy tendré chispa en mi interior...
ResponderEliminarHola Mar :)
ResponderEliminarBonita historia. Es increíble lo que puede abrigar esa chispa.
Un abrazo
j0derse marrrrr
ResponderEliminarme has quitad0 las palabras para decirte...síiii. iba adecirte, hasta el fri0 interi0r se calienta 0 similares...y l0 has calentad c0n ese final...
mar, esta simplidad de hist0ria, tan simple c0m0 bella, esta hist0ria..¿c0m0 leches has l0grad0 atraparmeee?
gracias.
medi0 besaz0
Aaay ese frío intenso que parece que no va a marcharse nunca haste que un día... ¡chás!
ResponderEliminarBonito relato, Mar.
Un besillo.
He resumido tu relato con una frase que aprendi hace mucho y que es bueno repetirla con frecuencia: "Este es el primer dia del resto de mi vida"
ResponderEliminarGracias por tu "chispa" de esperanza.
besos
La chispa del amor todo lo puede, aunque en este caso es sólo una ilusión, es capaz de derretir el hielo formado tras la ausencia de un ser amado y dar esperanzas.
ResponderEliminarSaludos.
Mar, me ha encantado tu relato, porque es muy real. ¡Cuántos corazones helados y sin recuperación comienzan a latir de nuevo! Cupido no descansa.
ResponderEliminarUn besazo guapa, perdona venir tan tarde pero he estado de viaje.